No quedan días de verano, cantas.
Nos toca volver a ponernos el reloj,
olvidarnos de las terrazas,
de los amaneceres en la playa.
Es hora de despedidas,
de promesas vanas,
de soñar con reencuentros que nunca llegarán.
Bajan las temperaturas, a algunos les toca regresar.
Otros nos tenemos que cambiar de ciudad
con la esperanza de que quizá,
esta vez,
encontremos nuestro lugar.
Un lugar donde no importe tener rutina.
O donde no resulte tan difícil desafiarla.
Un lugar del que no nos importe irnos,
pero al que siempre queramos regresar.
En definitiva, un lugar con buena compañía
para poder demostrar
que aunque el sol se acabe,
la felicidad no.
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