Nos prometieron una infancia de ensueño, y conocer el valor de la amistad.
Descubrimos que se podía estar en guerra sin tener armas
y eso que llamaron amigo jugaba en más de un bando.
En la adolescencia conoceríamos nuestro primer amor.
El de los paseos en el parque que terminaban en algún colchón.
Pero lo más parecido al amor fue la letra de esa canción
que por cierto, terminó en un contenedor.
Llamaron "otra cultura" a los millones de personas que mueren de hambre
en condiciones desfavorables.
Y primera potencia a lo que debieron llamar "causa de la desigualdad".
Nos hartamos de escuchar historias en las que una princesa necesitaba ser salvada por un príncipe
y se pasarían el resto de su vida comiendo lombrices.
Resultó que en la realidad no hubo príncipe,
y la princesa, que estaba lejos de serlo
(y qué bien hacía),
era más de beber de comer.
Nos animaron a correr con todas nuestras fuerzas.
Al final solo había un muro, y vaya golpe.
Luego se quejan de los jóvenes que buscan la felicidad o el olvido (¿o es lo mismo?) en porros,
de las mujeres maltratadas a las que nadie enseñó a quererse,
de los egoístas a los que no les marcaron límites,
de los ladrones que no recibieron una educación,
de los violentos a los que no enseñaron que eso estaba mal.
Hoy, leemos la letra pequeña y nos sale gritar revolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario