Camina mirándose los pies
porque piensa que el mundo le queda grande,
cuando es al revés.
Puede parecer frágil pero está llena de fortaleza.
A veces se siente sola, y aunque nunca lo diga,
yo sé que a veces lo dejaría todo porque acabase el día.
Tendríais que conocerla,
es capaz de que las flores florezcan en otoño
con tal de verla.
Las guerras no tendrían sentido si vieseis su sonrisa,
que hace salir al sol y bailar a la brisa.
Es de esas personas-milagro
que aparecen en tu vida como un rayo
y deseas que permanezcan
por lo menos, una vida.
Y estoy segura de que si hubiese una segunda,
o incluso una tercera,
buscaríamos la forma de encontrarnos.
Porque no necesito verla todos los días, ni todas las semanas,
para que cuando pase, nada haya cambiado.
Es como el árbol que echa raíces y permanece en el mismo sitio,
aunque el sol le queme,
la lluvia le moje
o la nieve lo enfríe.
Aunque ni ella ni yo somos de echar raíces
también nos gustan las excepciones.
Y supongo que esta es mi forma de darle las gracias.
Por aplaudirme cuando nadie lo hace,
por empujarme y animarme a ir a contracorriente
y sobretodo, por las veces en las que ella lo hace conmigo.
No creo en la eternidad,
ni en los siempres,
pero le prometo,
(aunque tampoco crea en las promesas)
que esto es lo más parecido a un para toda la vida,
y ella, a la hermana que siempre quise.
Tú, sí, que sé que lo leerás.
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