Te quiero menos que ayer y más que mañana.
Y cuanto menos te quiero, más te perdono.
Cada vez pasas más tiempo en el olvido y menos en mi cabeza.
Ya no te echo de menos.
O sí.
Pero de otra forma.
Has dejado de ser un amargo diciembre para convertirte en un simple recuerdo,
tan pasajero que se me ha olvidado hasta tu forma de reír.
Y ya no trato de recordarla.
No me dueles. Qué ganas tenía de decirlo.
No, no me dueles. Nada de nada.
Pensé que nunca diría esto porque cuando te fuiste,
te llevaste la alegría, la ilusión, la esperanza.
Pero, ¿sabes?
Me quedó la fortaleza, que es lo que hoy me hace gritar:
¡YA NO ME HACES FALTA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario