La gente suele pensar que si alguien no está es porque se ha ido. O porque aún no ha llegado. Sin embargo, tú estabas. Físicamente igual que siempre. Pero va a hacer un año desde que se fue el brillo de tus ojos y de que tu sonrisa es más forzada. Sé que lo intentas pero te cuesta dejar marchar a alguien porque no pudiste salvarle. Yo solo quería recordarte que el único control de nuestra vida está en nosotros mismos. Nadie nos convencerá de llevar un modelo de vida si nosotros no queremos. Es inútil sentirse culpable o llamar fracaso a un intento de salvar a alguien de la rutina.
Quería recordarte, que tú no tienes la culpa. Que tú no elegiste que fuese así, ni que de los 365 días del año os viéseis cinco. Ahora está más presente que nunca, porque no estábamos acostumbrados a hablar tanto de él. Pero ninguna lágrima ni ningún sentimiento tóxico lo va a traer de vuelta.
Lo único que te salvará es confiar en el ciclo de la vida y pensar que el hecho de que otros no aprovechen su vida no significa que tú tengas que dejar escapar la tuya. Es hora de que tus ojos vuelvan a brillar, mamá.
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